Ayer, lunes, la acción de Apple repuntó un pelín hasta cerrar a 542,8 dólares, poniendo fin a un largo descenso desde su récord de 702 dólares del 18/9. ¡En ocho semanas, un 23% menos! ¿Qué ha pasado? Muchas cosas, casi todas positivas pero que, tomadas en su conjunto, han tenido el raro efecto de hundir el valor bursátil de Apple en 140.000 millones de dólares. Durante años, la reputación de la compañía se ha basado en tres cualidades: productos premium, precios premium y beneficios premium, pero el analista Gene Munster cuenta que sus clientes le preguntan si el ciclo ha tocado techo, a lo que responde que, para él, el valor objetivo de la acción debería ser de 900 dólares.
Desde luego, es un fenómeno temporal, pero al mismo una peripecia increíble para una empresa que parece invencible. Lo primero que ocurrió desde que tocó su máximo en bolsa ha sido la presentación del iPhone 5, que llegó un poco tarde para tener impacto positivo en las cuentas del trimestre pero que, en realidad, pudo haber frenado las ventas del modelo anterior, algo que no le ocurre por primera vez. Desde septiembre, Tim Cook ha reconocido que su célebre cadena de suministros tiene dificultades para abastecer la demanda, y hasta el presidente de Foxconn, empresa china contratista de fabricación, admitió que «no es fácil fabricar un iPhone, y nos está costando cumplir con los pedidos de Apple». La implicación de estas palabras es que puede que no haya suficiente oferta en el mercado, precisamente en la temporada crucial de ventas.
Antes del anuncio del iPhone 5, los analistas pronosticaban que Apple podría vender 50 millones de unidades, en contraste con los 37 millones de la misma estación en 2011. El bien conectado Gene Munster fue el primero en recortar su previsión en 4 millones, para no pìllarse los dedos. Como el iPhone aporta la mitad de los ingresos de la compañía, todo lo que afecte al iPhone afectará a la acción de Apple.
Aun así, la situación sigue siendo increíble. Al presentar los resultados del cuarto trimestre de su año fiscal, el CFO de la compañía, Peter Oppenheimer enunció las previsiones oficiales para el que se cerrará en diciembre: los ingresos alcanzarán un máximo histórico de 52.000 millones de dólares, pero el beneficio por acción será de 11,51 dólares, bastante menos que los 13,86 dólares registrados un año antes, y mucho menos de lo que le gustaría a Wall Street [15,41, según «consenso»]. Aun aceptando que estos números podrían obedecer a la inveterada costumbre de Apple de jugar a la baja con su guidance para después sorprender con cifras reales superiores, lo más revelador en las palabras de Oppenheimer fue que el margen bruto bajará hasta el 36% [para decirlo en jerga: 400 puntos básicos menos]. Oppenheimer dio una explicación muy plausible.
La renovación en poco tiempo de toda la línea de smartphones y tabletas y de la mayor parte de la familia Mac, además de tensar las capacidades de producción, implica que los costes suben y, al menos durante un tiempo, el margen – por tanto, también el beneficio – de cada producto será menor. Debería ser algo temporal, pero la competencia aprieta y no es descabellado pensar que Apple tendrá problemas para sostener el margen en los niveles que había tenido hasta ahora.
En las últimas semanas, la reestructuración inesperada de la cúpula de Apple ha tenido el mérito de reafirmar que la era de Steve Jobs ha terminado, y que Tim Cook no es un mero sustituto provisional del fundador. Pero también ha dado motivos para pensar que Apple es menos excepcional de lo que parece: una empresa como las demás, sometida a los derrapes y a las contingencias competitivas. Y, por cierto, los competidores (algunos) parece que le han tomado la medida.
Nuevas inquietudes han surgido con la extensión de la familia iPad. Por un lado, a muchos usuarios del modelo anterior les ha sentado mal la aparición de un reemplazo en menos de un año; por otro, el iPad Mini sirve a la necesidad de responder a Google y Amazon, que se habían apoderado del nuevo segmento de 7 pulgadas, pero también puede entrañar el riesgo de ´canibalizar` las ventas del formato más grande. Lo que a los inversores les preocupa del asunto es que, para defender la competitividad de sus tabletas, Apple puede verse forzada a sacrificar su atributo de precio premium, y la curva de margen del iPad (ver gráfico) también bajaría.
En condiciones normales, los dos primeros trimestres tras el lanzamiento de un nuevo gadget – máxime si incluyen las navidades – deberían ser de luna de miel entre Apple y los consumidores. Esto se reflejará en el monto de los ingresos, pero no en la misma medida en los beneficios. Aquí entra en juego la peculiar mentalidad de los que invierten en Apple. Nadie, entre los que compraron a 700, creyó realmente la prédica de que subiría hasta 1.000 dólares, pero tampoco esperaban que cayera a 500. Y aquellos que el ayer compraron a 542 un título que hace dos meses les hubiera costado 700, estarán satisfechos de haber esperado. Unos y otros se estarán preguntando si el desajuste entre el crecimiento relativo de ingresos y beneficios será pasajero o permanente. Y esto, con perdón, es más relevante que el precio de la acción.